martes, 12 de julio de 2011

EL NEOCLASICISMO

El Siglo de las luces: Al siglo XVIII se le conoce como el Siglo de las luces porque el hombre rechaza todo aquello que le sea impuesto y sólo admite lo que le llega a través de la luz de su razón. La razón es la norma con la que se valoran todas las manifestaciones humanas. Como consecuencia, aparece en Europa a principios de siglo un grupo de pensadores con un espíritu científico que toman la experimentación como método para adquirir el conocimiento sin temor a equivocarse. Este movimiento recibe el nombre de Ilustración. Los ilustrados, para llegar a la verdad científica, comienzan a dudar de todo. La duda es el método para descubrir la verdad. Las ideas de los ilustrados llegan a nuestro país a través de dos vías principales:
  • La difusión de libros franceses traducidos al castellano.
  • La aparición de los periódicos, donde los ilustrados exponen sus ideas y opiniones.
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EL SÍ DE LAS NIÑAS:
El sí de las niñas es habitualmente considerada la obra culmen de la comedia española de buenas costumbres. Su composición se sitúa en el momento de apogeo de este género histórico, en la época de su trayectoria en la que se produce su máximo esplendor. Leandro Fernández de Moratín tenía concluida su redacción el 12 de julio del año 1801, como queda reflejado en su Diario. Fue publicada, dedicada a Godoy, en 1805, aunque no se estrenó hasta el 24 de enero de 1806, acontecimiento que tuvo lugar en el Teatro de la Cruz de Madrid. Recoge El sí de las niñas unos asuntos que estaban de actualidad en los años en los que se realiza su creación, el de los matrimonios desiguales y el de la libertad de los hijos en la elección de pareja. Para él, la comedia es imitación de la naturaleza. El autor elige, selecciona, de la naturaleza aquello que le parece conveniente, aceptable, verosímil, y lo convierte en obra literaria, en este caso dramática y, por lo tanto, dialogada. La obra respeta las unidades, debe contar un solo suceso (contener una sola acción), que acaezca en un solo lugar y «en pocas horas». Los personajes son «personas particulares», no nobles ni reyes, cuyos hechos son objeto de tratamiento en la tragedia; y han de recibir una adecuada, y verosímil, caracterización. El fin de la comedia es didáctico. Los textos se escriben para enseñar, para transmitir una idea, una peculiar visión de la realidad. En este sentido, las comedias neoclásicas pueden ser consideradas obras de tesis. Los temas deben relacionarse con problemas vigentes en la sociedad de la época, con asuntos de actualidad en el periodo. En el argumento se abordan asuntos cotidianos, no hechos heroicos; problemas con los que el público medio del momento podría identificarse: matrimonios concertados, educación de los hijos, relaciones amorosas, fidelidad en la pareja, relaciones paternofiliales... Toda la materia está distribuida en tres actos, lo cual es considerado aceptable por los preceptistas del momento, e incluso preferible al reparto en cinco o cuatro actos, pues permite adecuar mejor la estructura externa de la obra al reparto de la acción aconsejado por Aristóteles en tres momentos clave, el planteamiento, el nudo y el desenlace. Para construir el argumento se utilizan una serie de recursos que forman parte de la poética de la comedia de buenas costumbres. Entre ellos se encuentran los que comentamos a continuación. Así, la introducción «in medias res», necesaria dado el uso de la unidad de tiempo que se impone. Los dramaturgos no pueden escenificar la historia completa que presentan. Tienen que dar paso a la acción con los hechos iniciados, y luego, mediante el recurso de la retrospección, narrar los antecedentes, la «prehistoria» de los sucesos. Así consiguen que sea verosímil el desarrollo de unos acontecimientos determinados en tan corto espacio de tiempo. La acción se articula por medio de un triángulo amoroso, en cuyos vértices se sitúan tres de los protagonistas principales: Don Diego, el viejo convertido en galán y pretendiente; Doña Francisca, la niña obediente, obligada por su madre a una boda que no desea, y que se halla enamorada de un joven al que ella llama Don Félix; y Don Carlos, nombre auténtico del supuesto Don Félix, que desea casarse con Doña Francisca. El enredo pone en movimiento toda la acción y la complica, posibilitando así la aparición del nudo. Se produce cuando se descubre la relación existente entre los dos galanes de la obra, el viejo y la joven: Don Carlos es sobrino de Don Diego, quien también es su tutor; y cuando ambos coinciden en una posada en la que también se halla la dama de los dos, Doña Francisca. Es un enredo complicado, pero racional, adecuado al gusto de los neoclásicos. Todos los elementos que lo producen son perfectamente explicados y justificados en la comedia. Así se facilita su solución, que posibilita el advenimiento, lógico, del desenlace. La carta se convierte en un eficaz auxiliar del enredo. Se incluye en el acto tercero. Posibilita la culminación del nudo. Pero a la vez facilita el advenimiento del desenlace, pues gracias a ella Don Diego llega a conocer las verdaderas relaciones existentes entre su sobrino y Doña Francisca. Todos los personajes de El sí de las niñas se han formado sobre tipos.  Rita, Calamocha y Simón se forma sobre el criado, y como tales son personajes de diálogo, comentaristas, narradores... Pueden anunciar momentos importantes de la comedia, como hace Rita en el acto primero, en el que anticipa la verdadera naturaleza del nudo. Doña Irene se forma sobre el padre, en su versión negativa, y como tal es egoísta, interesada, mala educadora, deseosa de imponer a su hija un matrimonio que ella no quiere. Doña Francisca es la dama, positiva, enamorada, fiel a su amor, obediente, discreta. Don Carlos es el galán, positivo, respetuoso con su tío, -que hace la función de su padre y tutor-, con quien no quiere competir, y a quien está dispuesto a dejar el campo libre; enamorado, fiel, impulsivo.
 Don Diego es el personaje más complejo de todos. Ha sido diseñado utilizando como base varios tipos diferentes: el galán, el entrometido (funcional, pues este protagonista lo es a su pesar y no por voluntad propia, como dijimos), el viejo, el padre, el tutor. Los caracteres de cada tipo y sus funciones se van sucediendo a lo largo del argumento (los del entrometido casi no aparecen, insistimos, sólo sus funciones), según sea el momento concreto de su desarrollo y la situación concreta en la que se halle el personaje. Al final termina por prevalecer la función de tutor, con su sensatez, con su disposición a resolver los conflictos, con su tendencia a adoctrinar y facilitar la aparición de la justicia poética.
El sí de las niñas no es una comedia de pura diversión. Como es propio de la comedia de buenas costumbres, como queda establecido en la poética del género, la obra tiene carácter didáctico, desea transmitir un mensaje al espectador.El interés por la enseñanza es una constante que encontramos en toda pieza. De hecho a lo largo de todo su argumento se van incluyendo mensajes parciales con los que se quiere adoctrinar al espectador sobre asuntos diversos, como antes hemos comentado. Incluso en el apartado de los recursos queda reflejado este interés por la enseñanza.
El sí de las niñas se convierte, ante ello, en una comedia de tesis, un texto hecho para transmitir una determinada visión de la realidad, o de una parcela concreta de la realidad, que se desea trasladar al auditorio. En este sentido el proceso de composición de la comedia va de la definición, el mensaje, a lo definido, el argumento. Se utiliza como base de composición el esquema didáctico, típico de la literatura de todos los tiempos, basado en la sucesión sentencia, el mensaje, ejemplo, el argumento. Moratín desea ofrecer a sus espectadores una toma de postura concreta ante un específico problema social del momento: el asunto de los matrimonios desiguales. Para atacarlos y mostrar los inconvenientes que causa el abuso de autoridad por parte de los padres escribe su pieza. En el origen de la composición está la tesis. El argumento se convierte en una eficaz ejemplificación de la misma.
La originalidad está en la obra misma, esto es, en la forma, en la recreación, en el uso que se proporciona a unos ingredientes tomados de la tradición de la serie literaria de la que se parte y en la que se alinea.
Usos literarios, rasgos, constituyentes, de género, unidos a la maestría y a la ideología personal de su autor, explican el proceso de creación de El sí de las niñas, una de las obras más perfectas, si no la que más, de la serie de comedias de buenas costumbres, en la que se encuadra, una de las costumbres más altas del neoclasicismo literario español.
El sí de las niñas, de L. Fernández de Moratín
http://bib.cervantesvirtual.com/bib_autor/moratin/   excelente

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